23 julio 2007

Capítulo 3

Ahora sólo tendría que decidir el camino que tomar.

Decidió dirigirse hacia la zona boscosa, pero al dar un par de pasos cayó en un foso que apareció bajo sus pies.

Volvió a caer en la oscuridad, y sentía que caía y caía...

Despertó sudoroso sobre el teclado. Su ordenador parecía bloqueado a causa del exceso de pulsaciones producidas por ello.

Se levantó, se fue al lavabo y se lavó la cara con agua fría para despejarse.

"Qué extraño sueño", pensó. "Debe haber sido por culpa del estrés que tengo últimamente".

Bostezó.

Volvió a su habitación, apagó el ordenador definitivamente y se fue a dormir. "Mañana ya tendré tiempo para leer mis e-mails".

Despertó en un lugar extraño, por culpa del piar de los pájaros. Se incorporó. Dio un vistazo a su alrededor y no pudo creer lo que veía.

Se encontraba en el interior de un frondoso bosque. Los árboles que le rodeaban parecían milenarios y sus copas llegaban hasta donde le alcanzaba la vista, sin embargo, una mágica claridad iluminaba el bosque.

Escuchó un pequeño sonido tras él.

Instintivamente dirigió sus manos hacia las empuñaduras de sus espadas.

Durante un instante se quedó atónito.

¿¡Espadas!?

Se observó: era un hombre vestido con una extraña muda. Portaba una capa, una túnica que le cubría el torso y unos pantalones del mismo material. Calzaba también unas ensuciadas botas de piel, que parecían estar listas para soportar cualquier tipo de adversidad atmosférica.

Mientras se encontraba sumido en su asombro, una mujer apareció de entre las sombras de los árboles.

Rápidamente desenvainó sus espadas cortas con la misma maestría que tendría un experto versado en la lucha (una maestría que desde luego él no había adquirido nunca).

Casi sin pensarlo se puso en posición de combate, y se dirigió a ella.

- ¿Quién eres? ¿Qué hago aquí? - preguntó, al tiempo que la observaba y la analizaba como a un posible enemigo.

Era una mujer joven, que vestía igual que él, y cargaba con un arco, un carcaj y una mochila atados a la espalda. No pudo evitar fijarse mínimamente en lo esbelto de su figura.

- Estás aquí porque en tu interior necesitas estar aquí - dijo aquella mujer de nombre Lina.

Morpheus

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